No existe dolor más grande que el de la incertidumbre: Marco A. López Romero

Hay espectáculos teatrales que nos sorprenden, otros nos interpelan. Calan hondo en nuestros imaginarios, los reconfiguran. A partir de estas experiencias cada persona entabla un diálogo nuevo con su entorno. La ciudad donde más gente mira al cielo a través de una frase dicha por uno de los personajes: “No existe dolor más grande que el de la incertidumbre” nos coloca en los zapatos de quienes extienden los brazos al desierto, rogando que le retorne al ser querido que ha desaparecido. Caben todos los dolores del mundo en esa frase: Ayotzinapa y Ciudad Juárez. 

El Rally escénico que promovió el Grupo Nora de Ciudad Juárez del 24 al 26 de julio del 2020 cerró con la puesta en escena de La ciudad donde más gente mira al cielo de Marco A. López Romero, con la dirección de Angélica Pérez. Ambos jóvenes juarenses, pero ya experimentados creadores en su ámbito. Marco López ha destacado en el periodismo por sus reportajes y crónicas que atienden problemáticas sociales de personas vulneradas por las diversas violencias sociales, institucionales y de género que en Ciudad Juárez se mantienen a la orden día, incluso en la pandemia por el COVID-19. En el 2017, fue ganador del certamen Voces al Sol, en el género de la crónica: A la orilla del río, este desierto, certamen convocado por la UACJ. Obra por la que obtuvo el Premio Chihuahua en el rubro del periodismo en el 2019.

Conozco la literatura de Marco A. López, así como su estilo testimonial, en donde la ética por la verdad de los hechos, el respeto a la dignidad de las personas que suele entrevistar prevalece sobre el interés de posicionarse en una esfera cultural; es la primera vez que veo un trabajo suyo de carácter teatral. No me sorprende por ello que su propuesta temática se mantenga en el testimonio y de denuncia social.

Los habitantes de Ciudad Juárez solemos decir que los atardeceres de este desierto son inigualables, por lo que nuestra mirada se dirige al firmamento con frecuencia. Pero, en ocasiones, quienes voltean el cielo, no lo hacen en su legítimo derecho al esparcimiento. No, al levantar la vista hacia la inmensidad celeste, imploran que el dolor concluya. La ciudad donde más gente mira al cielo centra su temática en la desaparición de personas y los feminicidios, ambos tópicos ya de larga presencia en la región. Asuntos por los que se conoce a Ciudad Juárez como el lugar más violento del mundo. Ustedes podrán interpelarme, decir que estos asuntos no son novedosos y ya hay una muy amplia cantidad de textos que atienden estas problemáticas. Pareciera que después de 2666 de Bolaños, ya no hay nada que decir.

La puesta en escena de La ciudad donde más gente mira al cielo recurre a varias estrategias discursivas, como texto (destaco que no tuve acceso al mismo, y mis comentarios se basan en la puesta en escena), para redimensionar el acercamiento a estos dos grandes paradigmas de los pendientes de justicia social en nuestro país, y si me permiten, en el mundo. Uno de ellos es el empleo de un lenguaje poético que abre el espectro de posibles interpretaciones por parte de sus espectadores, considerando al receptor como una colectividad pensante, crítica y con capacidad de solidaridad. Así, no va a propuestas simples, sino apela a imaginarios socioculturales que favorecen la asociación de ideas, de problemáticas y de reconfiguración del sentido de comunidad. Adentrase a ello no es simple, requiere de un autor atento a la cultura local, cercano a sus problemáticas y comprometido con la búsqueda de soluciones. No por ello el texto se queda en lo local, pues lo aquí abordado puede suceder en cualquier parte del orbe.

Por otro lado, en la parte estructural, el autor superpone dos acontecimientos en el desierto de Ciudad Juárez. Alude, en principio, al 24 de octubre del 2015. Día en que se convocó a la población a la clase de astronomía con el propósito de difundir esta ciencia y a la vez tratar de romper el record Guinnes en una actividad de esta índole, consiguiendo este objetivo al reunir a 1168 personas en las Dunas de Samalayuca. El segundo entramado narrativo refiere a la experiencia de los buscadores; asistimos al mito de Sísifo, buscar los restos de personas desaparecidas en la región constituye una acción cotidiana y reiterada por parte de las familias que asumen el trabajo que le correspondería al Estado.  De ahí que, en una segunda aparte, la más amplia de la obra, las y los buscadores sean los personajes protagónicos. Como receptores asistimos al entrecruce metafórico de dos realidades paralelas en una misma localidad: los que buscan estrellas en cielo y los que las otean entre la arena del desierto.

Más allá de lo que al autor le interesaba plasmar o no en su texto, aquí juega un papel central para la recepción de este teatro en línea, la coautoría de Angélica Pérez (actriz, directora teatral y promotora cultural), a quien recién vi codirigir la obra Mexicanas (2019, 2020) a través de la Compañía de Teatro Telón de Arena, en donde ella representaba de manera más que acertada a Rosario Castellanos. Estos antecedentes profesionales de la directora, dieron como resultado un espectáculo teatral sorprendente, impactante y de largo aliento en el alma de quienes asistimos a él.

El dispositivo escénico configura el engranaje a través del cual nos guiña el ojo la dirección de una obra; focaliza ciertos acontecimientos o situaciones, mediante la iluminación, el maquillaje, vestuario, escenografía, efectos especiales (música), entre otros aspectos. Angélica Pérez, al igual que el resto de los equipos participantes del Rally, tuvo cinco días para conocer el texto, para armar el espectáculo y dirigir a los actores, Por supuesto que la trayectoria actoral de los interpretes fue determinante: Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo, son parte del sólido capital humano que el teatro local juarense atesora. Para acercarlos un poco a la propuesta escénica, prefiero insertar aquí la paráfrasis de las palabras de la directora, a quien le pregunté cómo fue su lectura del texto de Marco A. López y la co-creación en la puesta en escena:

xYo no quise hablar con el autor. No lo conocía. Indagué acerca de su trayectoria y supe que era alguien comprometido con la problémática social e interesado en asentar las aristas de la realidad. Decidí que los cambios al texto serían en función del dispositivo escénico, pero no en detrimento del texto. Hay cosas que no se pueden cambiar porque esta es una obra testimonial. Cuando leí el guión, de inmediato imaginé círculos, tanto en la tierra y como en el cielo. Y ese fue el punto de arranque y de cierre de mi propuesta escénica. En el texto, el inicio lo narra un personaje femenino, pero en la escena, decidí que los diálogos los dijera el hijo de la pareja, para lograr resolver una cuestión técnica (número de actores, cada uno debía representar a dos personajes), a la vez que conseguir más cercanía con el público. Dado el poco tiempo que tuvimos para preparar la representación y que el actor necesita más tiempo para manejar las emociones, les dije a los tres participantes, que si algo he observado en quienes se enfrentan a la desaparición o asesinato de un ser querido, es que hablan desde la experiencia vivida y nos comparten con franqueza su viacrucis, su resistencia, su lucha y sus logros, considerando que el mejor sería el hallar con vida a quien buscan. Así que les pedí que procurarán integrar en su actuación ese discurso impactante.

¿Cómo lograr que el teatro no desaparezca en tiempos de pandemia?, me preguntaba yo estos días. El rally me dio una de las varias posibles respuestas: tenemos que hacer que el teatro suceda, si tiene que ser a través de las redes sociales, que así sea. Si es un teatro de denuncia, entonces que Facebook Live sea la tapia en donde dejamos la consigna; intervengamos los espacios, ahora los virtuales. Quien dirige se encuentra al problema de cómo rescatar la anécdota, de tal forma que la podamos contar. Yo elegí mostrar el cómo los personajes disfrutan el contacto con la arena; la naturaleza y los seres dialogan en ese instante, para luego resignificar esa conversación, cuando las dunas les ocultan los restos de sus seres queridos.

Dado el formato en línea, decidí ofrecer una poética visual: la imagen de los pies sumiéndose en la aarena junto a los telescopios, me permitió refereir el suceso de la clase de astronomía que obtuvo el Record Guinnes, y de nunciar la falta de empatía de la ciudadanía hacia la dolorosa experiencia de las/los buscadores de personas desaparecidas. Una vez resuelto esto, el trabajo de iluminación completó las historias. Los objetos jugaron un papel crucial: una mandala de cerca de tres metros tejida en estos cinco días emuló el cielo, el zopilote ocre elaborado con mecate y alambre, también resignifican los sentidos de la obra.

Este equipo contó con el apoyo de Foro Café (Proyecto cumtural impulsado por Sandra Castañeda) para la representación, allí construyeron una caja negra para la puesta en escena.

Por último, les comento:el mirar al cielo es un tanto irónico en esta obra. Uno de los personajes no quiere hacerlo por temor a ver zopilotes que lo obligan a continuar la búsqueda de su ser querido. Quiere que llegue el día en que un zopilote solo sea un ave en el cielo y no un símbolo de muerte.

Angélica Pérez

Comparto con ustedes que la mándala circular no solo emula al cielo, sino que cobija, da consuelo y esperanza a quienes deambulan por ese desierto real y metafórico que se impone a las familias cualquier día, cuando su hija o hijo se torna una pesquiza más. La familia que asiste a la clase de astronomía, jugando dicen: “apurate que te vas a perder”. Se evidencia que no tienen conciencia del riesgo al que se enfrentan.

Reseñar esta obra se torna complejo, dada la riqueza semiótica que nos ofrece. No quiero dejar pasar cómo los nombres de mujeres y jóvenes desaparecidas y asesinadas en la frontera son colocados en cartones que penderán de esa mandala tejida por las amorosas manos de una mujer, madre de uno de los actores; allí la memoria no olvida y exije justicia: Dana, Rubi, Isabel, Esmeralda, María Elena, Estrella representan a todas aquellas que la violencia de género y feminicida nos ha arrebatado.

Agrego que es una obra que debiera ponerse en todos los escenarios posibles: presenciales y virtuales. Se aprecia el gran trabajo actoral de Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo; la excelente dirección poética de Agélica Pérez, sus atinadas decisiones en la iluminación, la escenografía, el uso poetico de los objetos, los efectos especiales. No deja de ser menos importante la habilidad para el manejo de la cámara de celular, que logró una gran nitidez y favoreció el pacto de ficción entre los espectadores y la pantalla.

Otro aspecto a destacar del rally escénico, fue la capacidad de convocatoria, tanto de Grupo Nora para que participaran seis equipos de trabajo y nos ofrecieran el mismo número de obras estos tres días, como para que un público amplio asistiera de forma regular a las funciones. Evidente fue que las/os confinadas/os demandamos eventos culturales, queremos asistir a este tipo de encuentros con el arte, lo comunitario, la solidaridad, la exigencia de justicia y el derecho a la cultura. Fueron tres días contiguos  de reunión a través del ZOOM. Por tanto, opino y defiendo, que el teatro virtual nos ofrecerá espectáculos de gran calidad en los próximos meses, apoyemos estas propuestas y entre todas/os hagamos teatro. Buen comienzo de una segunda década, Grupo Nora.  

La ciudad donde más gente mira al cielo de Marco A. López Romero, con la dirección de Angélica Pérez y actuaciones de Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo. Rally escénico de Nora Lab. Estreno virtual a través de ZOOM, Ciudad Juárez, 26 de julio de 2020. Actividad organizada por el Grupo Nora, como parte de los festejos por sus diez años de presencia escénica en Ciudad Juárez.

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