Conversando sobre Manual para construir alas

En Comedia sin título hemos buscado durante los últimos años convertirnos en un espacio abierto de diálogo, en el que las voces de la comunidad literaria y teatral encuentren cabida y, sobre todo, que conversen. Creemos, además, que, si proponemos, debemos accionar. Por eso, en esta ocasión decidimos realizar un ejercicio de crítica colaborativa.

El pasado domingo 18 de septiembre acudimos (Karla Diego y Jimena Esparza) a presenciar Manual para construir alas en Foro Café, y decidimos reunirnos para conversar e intercambiar nuestros puntos de vista, aquí les compartimos el resultado. Y dejamos la invitación abierta para que se unan a nuestra plática.

Fotografía de Comedia sin título

[Martes 20 de septiembre. Pomodoros (Paseo Triunfo de la Republica). 15:19 horas]

J: Karla, como espectadora, ¿qué te hizo sentir la obra de teatro?

K: pues mira, hmm, yo ya por lo general no traigo expectativas cuando voy a ver una obra de teatro, ¿por qué no voy con expectativas? Porque lo que no deseo es, a lo mejor, sentirme decepcionada o algo así. Si bien esta obra ya viene con toda esta cuestión de que se ganó el primer lugar en el Festival de teatro de la ciudad, ya te va diciendo que es buena. Y para mí, es indudable conociendo el trabajo de las personas que están ahí. O sea, Claudia Rivera que sabemos que ya ha hecho trabajos como actriz, como directora y que ahora, pues bueno, está experimentando en esta nueva etapa como dramaturga. Angélica Pérez, también ahora como productora, no sé, a mí, el trabajo de Angélica me encanta. Y bueno, están las actuaciones de Ivonne y de Arely. A Arely tengo conociéndola desde hace muchísimos años, cuando comenzamos a trabajar juntas, entonces, volverla a ver actuando fue para mí, así, como, no sé, bien bonito. A lo mejor, desde ahí sí va a hablar mi corazón, porque sí soy fan de su trabajo. En la cuestión de las impresiones, debo admitir que no sabía que la obra era para todo el público, hasta que no estaba a la mitad de la función dije – ¡no manches!, pude haber traído a mi hija- o sea mi hija de nueve años, yo sé que amaría Manual para construir alas. Y, bueno, ya cuestión de si me gustó, no me gustó: sí, me encantó. Creo que tiene muchos aciertos. Si bien, elementos ya explorados en el teatro, no es como que veamos algo nuevo, pero están bien ejecutados.

J: Te voy a regresar poquito. ¿Qué te hizo sentir?

K: Me hizo sentir que estaba viendo una obra de teatro para mujeres, y a mí la cuestión del feminismo me importa mucho. No sé si etiquetarla tal cual como teatro feminista, yo pienso que sí, por estas búsquedas donde hay una necesidad por abordar la historia de las mujeres en ciertas etapas, sobre todo la cuestión de cómo no se permitían ciertas cosas, ¿no?, como montar en bicicleta, o viajar por ferrocarril, no sé. Entonces sí hay esta búsqueda por mostrarnos, también, de manera muy documentalizada el nombre del personaje histórico, qué fue lo hizo y cómo se logró que las mujeres pudiéramos hacer tal cosa. Y es que se ve representado, también, en estos personajes femeninos, o sea, hay una búsqueda del personaje de Alondra, o sea, Alondra es el nombre de un ave. Entonces, se ve que ella quiere volar en contra parte de su hermana que tiene más raíces, en este espacio que de pronto me recordó un poquito a Lisístrata, con la historia de los hombres ya no están o se están yendo.

J: Helena, el nombre Helena tampoco creo que esté así, como sin querer, no creo Claudia, haya escogido el nombre sin querer, sobre todo si Alondra está tan bien escogido.

K: Está bien pensado. ¿Tú qué sentiste?

J: Yo lloré al final (se ríe).

K: Sí te vi tus ojitos rojitos.

J: Yo lloré al final. Como tú, no tenía expectativas realmente. Me acuerdo que una vez Claudia me mandó un audio, hace un rato y me dijo -oye, te quiero hacer unas preguntas porque tu andas en bicicleta- y me empezó a preguntar cosas que tienen que ver con la bicicleta. Y yo -ah, qué preguntas tan raras, pero está bien-. Yo ya sabía que la estaba escribiendo, pero no me había dicho nada más, nomás como que -estoy haciendo esta obra, y luego me mandó las preguntas. Y ya se las respondí, la verdad ni me acuerdo qué le dije, pero sí… creo que tenían que ver con cómo me sentí cuando aprendí a andar en bici, o sea, quién me enseñó, y qué me decían, y cómo me veía la gente.

K: O sea, se nota que hubo un trabajo de campo, de entrevista, de todo, para poder llegar a conclusiones.

J: Y se nota, como dices tú, en la parte de la documentación histórica, ahí es bien claro que no fue un jale hecho al aire, que sí hizo, por lo menos la investigación documental-histórica.

K: Que ahí me recordó un poquito a Mexicanas (Alan Posada, Telón de Arena), en esta cuestión de presentar al personaje, qué fue lo que hizo, y también esta manera de llevarla como a todo el público.

J: Yo la fui sintiendo muy personal, como dices tú, no creo que haya una edad para verla, creo que la puede ver una persona de cincuenta y tantos años, sesenta, o la puede ver una niña de ocho-nueve años y va a sentir cosas; porque no está explicada nada más para adultos, o no está infantilizada. Entonces, al final, pues yo sí sentí muchas ganas de llorar, porque me movió cosas, por eso que te dije al final de la obra, que a mí me recuerda mi relación con mi hermana […] no sé si a todos, o no sé si a todas. Sí creo que les habla mucho más a las mujeres que a los hombres. Eso sí lo creo. O sea, que si… Así como dices tú, es como para que nosotras -va, aviéntense, hagan, sigan soñando, sigan creando- No es que no importe el masculino, pero al mismo tiempo sí, no importa (risas) O sea, no en un mal sentido…

K: Deuda histórica.

J: Eso me hizo sentir a mí. Me hizo sentir mucho (risas).

K: Qué bonito, eh, porque, bueno, tú pensaste en tu hermana, yo pensé en mi hija. Se ve mucho esta cuestión de la brecha generacional. La abuela que también soñaba, la mamá que se queda y que lucha también desde su trinchera porque tiene muchos trabajos, o ha intentado de todo para salir adelante. Y luego las hijas donde, pues sobre todo en Alondra, se ven estas ganas, también, de despegar.

J: Sí. Hay un momento en el que Alondra dice – ¿por qué me voy a quedar en el lugar en el que nací? – o sea, y lo dice de una manera muy bonita, también. Hay varias oraciones que va diciendo a lo largo de la obra, en una ocasión dice -es que aquí ya no puedo hacer amigos-, y eso te puede remitir a otra realidad actual de “necesito expandir mi mundo”, creo todos necesitamos hacerlo, hacernos crecer, y creo que esa es la idea de las alas, o sea, que puedas llegar, volar, luego descansar un ratito, luego volver a agarrar vuelo. Luego, ahorita ya habías comentado algunas cosas, por ejemplo, lo que mencionaste de Angélica. Yo no sé si es sin querer o a propósito, pero a mí me llamaron la atención los colores. Estos pasteles, el rosa, el azul, por ahí el amarillo, el caqui, que creo que los vi en otra obra donde participa Angélica, ahora en el rally.

K: Ella es muy visual.

J: Porque luego me ha tocado ver obras monocromáticas, o sea, como los trabajos que hace Nora, por ejemplo, o en algún momento, creo que me pareció que también estuvo en la única obra que pude de este Festival de Teatro de la Ciudad que fue la de Abraxas Trías.

K: Ah, “Lados oscuros”. Sí hay una búsqueda, ¿no?  Pero siento que también para atrapar una audiencia infantil y juvenil, sí es muchísimo mejor idea que haya colores a que sea monocromático. Lo monocromático sí siento que, no que sea aburrido, pero es estático, y el color también tiene movimiento. Y lo veíamos en las llantas, en la iluminación, en todo momento hay colores, tienes razón.

J: ¿Qué rescatas tú de todos esos elementos?

K: Yo rescataría, en primer lugar, el vestuario. Creo que fue muy acertado. O sea, incluso el material que utilizaron. Helena y Alondra, de pronto personifican a estos personajes o a mujeres de otras épocas y se da a través del vestuario, pero también se hace con material reciclable, o sea, es muy notorio que se está usando una lona, o que se está usando papel periódico, o sea, fueron muy creativas con eso. Creo que también la iluminación está muy muy pensada. Para cada… evento que nos están presentando, o cada espacio; así como para cada emoción, entonces no abusan de ella, y funciona perfectamente.

J: Sí, yo lo noté particularmente… o me dio mucha risa: la discusión.

K: El rojo

J: Ajá, de esta emoción incontrolable.

K: Algo que no me encantó fue la manera de trabajar con los efectos de sonido, esto como de apagarle y encenderla, ¿no? O sea, que es como muy abrupto.

J: Y luego, por ejemplo. Ese momento donde interviene la voz en off, eh… el micrófono.

K: Tú lo sientes de más porque estamos en un espacio pequeño. Y ellas están usando su voz y Angélica tiene un vozarrón, no es como que necesite, tal vez [el micrófono].

J: Yo creo que es la pura voz, pero creo que no es necesario el micrófono. Supongo, y yo creo que, en un espacio distinto, en un auditorio más grande…

K: En el Benito Juárez…

J: En el Benito Juárez, funciona como para envolverte, porque ya el sonido está distribuido con otro tipo de bocinas y que hable alguien, te envuelve, pero ahí en ese espacio creo que no, o sea, creo que era de más.

K: Un acierto creo que fue el rompimiento de la cuarta pared. Lo hicieron muy bien, porque no solamente es dirigirse al público para abordar distintas cuestiones como los sueños o preguntarles directamente, sino también esta cuestión en donde el personaje se deja de lado para que la actriz participe, como sucede con las sirenas. O sea, creo que eso también enriquece mucho, está divertido. También estamos frente a una obra bastante llevadera, es divertida, es ligera.

J: Y además eso permite que la monotonía se rompa. Porque luego está el juego éste de: regla número uno, pasó número dos… paso número tres. Primero la acción, luego buscar cubrir el requisito y luego el dato histórico, la reflexión, la frase bonita, la que te mueve; y se podría convertir en eso todo el tiempo.

K: Porque sí se vuelve hasta cierto punto predecible. Aunque sí me generó sorpresa el final.

NOTA: Aquí había muchos spoilers, los evitamos porque queremos que disfrutes la obra (eso si aún no la has visto). Bueno, ya puedes seguir leyendo.

Fotografía de Comedia sin título

K: ¿Qué otro elemento?

J: El trabajo corporal

K: El trabajo corporal es muy bueno. Sí, se nota que hay mucho detalle en los movimientos que utilizan las actrices, en la ejecución, o sea, hasta el playback, genial, ¿no? Repito, a nivel actuación están muy bien las dos, eh… yo que te digo que he visto ya el trabajo de Arely Hernández… No sé si es lo que más me ha gustado, porque, la he visto hacer cosas bien padres, pero siempre es un trabajo bueno.

J: A ver, menciónanos algunas de sus obras en las que ha participado.

K: Bueno, ella ha participado en “Fando y Lis”, dirección de Fabián Villalpando. “Florencia”, también con dirección de Fabián Villalpando. En este Festival estuvo al triple, tanto Ivonne como Arely, pero en el caso de Arely estuvo con “Lados oscuros”, de Abraxas Trías; con “Soy espejo”, también de Fabián Villalpando, y con esta obra de Claudia Rivera. Entonces, sí, ya trae bastante recorrido, y se nota que ya trae como esas herramientas como cuenta cuentos, o sea, sabe cómo dirigirse a estas audiencias infantiles o juveniles, por eso es que es tan divertida, o sea, es bonito verla.

J: ¿Qué tan en equipo crees que se realizó? El texto… o sea, lo sabemos, el texto es de Claudia, ¿no? Claro que ya cuando construyes algo por primera vez, y podemos entrar en otra discusión, ¿de quién es el texto?, ¿del equipo o del dramaturgo? Porque la primera vez se va modificando, y supongo que todas las otras veces también, pero, ya queda algo establecido y sobre ese trabaja quien luego quiera volverlo a trabajar. ¿Qué tan en equipo crees que fue el montaje?

K: Yo creo que absolutamente fue en equipo. Incluso desde esta premisa donde dicen -bueno, es un trabajo hecho por morras para morras-.

J: ¿Y tú crees que distinguir o no la individualidad de cada una en el trabajo colaborativo que es el teatro es un acierto o un desacierto?

K: Creo que es un acierto el trabajo en equipo, completamente. Se nota que lo disfrutan, se nota que están cómodas con todos los aspectos que están trabajando. Porque también luego toca ver eso, o sea, actores o actrices que se nota que no están cómodos con las direcciones que se realizaron sobre la propuesta, y eso es bien evidente y hasta el espectador, la espectadora lo reciente… ¿por qué me genera incomodidad? Pues porque el actor y la actriz están incómodos. Y acá no, todo se ve que lo disfrutan. Un aspecto del espacio, siento que buscan mucho la verticalidad, ahora que me acuerdo. La forma en que colocan las llantas y las escaleras, o sea siempre está la cuestión del vuelo o de ir hacia arriba.

J: Sí, como ir subiendo poco a poco. Tengo entendido, no sé, no la vi en el Festival, pretendo ir a verla en la muestra. A mí me dijo Claudia -no, y es que no la viste allá, es que no se aprecia igual- A lo mejor lo reducido del espacio, probablemente este asunto de que se avientan las llantas que tengan que lanzarlas, como un frisbee, de que sí hay agilidad. Aquí hubo un momento en que incluso las sentí con miedo de no…

K: Ay, cuando se subieron a la escalera también me generó miedo, así  como de no vayan a pisar mal.

J: … no la vaya a aventar muy fuerte y le pegue a la consola que está allá de aquel lado, porque el espacio sí está muy reducido…

K: Y tú sabes mejor que muchas personas cómo el espacio afecta la escenificación, es uno de tus temas de estudio, entonces, pues sí, tendríamos que verla en diferentes espacios para analizarlo.

J: No sé si quieras agregar algo sobre los elementos escénicos, sobre las actuaciones, sobre, la misma historia.

K: Esta obra se lleva, en el Festival de Teatro de la Ciudad, el premio a Mejor obra y el premio a Mejor actriz para Ivonne, me parece que solamente fueron esas dos menciones las que recibe y que están muy merecidas ambas categorías.

J: Yo sí necesito verla una segunda vez, ¿no? Para superar esta primera emoción que me provocó.

K: ¿o sea, verla de manera más objetiva? ¿o qué es lo que necesitas?

J: Sí, claro. Aunque ya iba con el cariño de fuera, y luego todavía me tocan la fibra sensible de la hermandad, y claro que están todas las cosas… Yo, quiero pensarle cosas realmente desafortunadas y no las encuentro. Salvo eso que te digo de la voz en off, pero sí sé que es por el espacio. Pero hasta este juego de involucrar al espectador, compartir los sueños… es una cosa que creo que ya se ha estado haciendo. Te dicen – ¿nos quieren compartir un sueño? – y ya tú sabes si lo escribes o no. Esa parte a mí, como que la sigo explorando yo como espectadora de ¿qué hacen con lo mío?… Y no sé si funciona en auditorios más grandes. No sé si lo hacen igual.

NOTA DOS: Aquí había otros poquitos spoilers.

J: Eso mismo me lleva a preguntarte, ¿cómo sentiste que el público la recibió? Ya no tú, sino la gente. Porque ya ves que está esta experiencia… bueno, nos tocó vivir a todos estos dos años, ver mucho más cine en casa, ver conciertos en casa, ver el mismo teatro, recordarás el primer rally de Nora que fue completamente virtual, y que de ahí se desató todo… unos eventos, justamente así, gente que exploraba con el teatro desde la virtualidad, y luego, el año antepasado el Festival de Teatro de la Ciudad que… a pesar de que ya se representaba en el Benito Juárez, se transmitió de manera virtual, o sea, ya no era la virtualidad del teatro, sino el teatro en auditorio desde una cámara. Entonces, eso te quita a ti mismo la experiencia colectiva, o sea, tú cómo sentiste que recibió la obra el público.

K: Yo noté a todas las personas muy conmovidas, al menos todas las que estábamos en la mesa. Bueno, a ti te vi tus ojos llorosos, a mi acompañante también, tu alumna también estaba muy conmovida. Yo estaba conmovida, pero a lo mejor no se me nota porque tengo el corazón un poco frío, pero sí, sí me gustó. Y vi a la gente felicitar a las compañeras, las vi tomarse fotos, las vi, este… participar a lo largo de la obra.

J: Yo también sentí que la gente participó. Y creo que esto nos regresa al principio de la conversación, creo que sí es una obra para todas las edades. Porque en la mesa de enfrente había unas señoras más grandes […] y las vi riéndose con las explicaciones, y al final también las sentí muy conmovidas, o sea, lo mismo que mi alumna que tiene 17 años, lo mismo que dices que Grecia disfrutaría la obra.

K: Me tocó saludar a una conocida, ella me contó que llevó a su amiga como regalo de cumpleaños a ver la obra. O sea, ella ya la había visto, y le pareció tan buena que le dijo a su amiga -este es tu regalo de cumpleaños-, o sea que bonito que te recomienden de esa manera.

[…]

K: Luego también tienes espectadores, espectadoras, que van al teatro porque dicen -mm, qué hago ahora, pues voy a ver una obra-. Pero acá cuando te recomiendan, es bien bonito ver que hay personas que esperan ver tu obra que esperan ver tu producto, que esperan ver lo que tú hiciste.

J: O que te llega este comentario, de -yo llevé a mí amiga porque yo la conozco-. O sea, a lo mejor tú como, como… directora, como actriz, no te enteras de esas cosas, porque hay cosas que no te llegan, pero al menos se está moviendo, le está sirviendo a alguien, está cumpliendo una función… el arte ¿no? Yo creo que sí hay una buena recepción. No sé, ya hablaremos después de… en un auditorio más grande, donde ya hay una distancia. Bueno, porque sé que se va a presentar en el Octavio Trías, que tampoco es un espacio enorme, pero ya hay otro ambiente, la gente no llega y pide un café o tiene que moverse para ver, ya sabe que llega y tiene que sentarse en su butaca y esperar a que empiece la función, ahí ya cambia la recepción.

K: Ay, yo siento que sí funciona muy padre con una bebida o en un lugar así como Foro Café… es que también esta solemnidad del teatro, ya luego tendremos otra discusión, tal vez sobre eso, porque sí, o sea, también ese tipo de cosas, de acuerdo al espacio debe cambiar mucho la recepción que tienes de la obra. No hay como, a lo mejor verla con tu chocolatito caliente, tu café… a estar esperando que algo pase, que vas concretamente a eso.

J: No sé, yo tampoco. Bueno, en este caso sí tiene que ver la solemnidad, pero también son los espacios que están abiertos para trabajar. Y volviendo a esta parte de las edades …

K: Porque, por ejemplo, para una mujer mayor, no es que sea imposible que vuelva a empezar, pero evidentemente es más fácil para las nuevas generaciones, hablarles y decirles -hey, tú, como mujer, como jovencita, como niña, tienes todo para volar- Volvemos a lo de la brecha generacional, sí es importante distinguirlos.

J: Y como lo dijiste ahorita, el mensaje viene desde las abuelas, y podemos irnos por ahí, y pensar que, a lo mejor, no mi mamá y no mi abuela estuvieron en una lucha como tal, ¿no? Marchando o exigiendo o lo que sea, y aunque muchas de ellas se quedaron en sus casas y atendieron esposos, y muchas de ellas ni siquiera lo sufrieron, a lo mejor algunas de ellas sí querían eso, ellas mismas te dicen -mi ‘ja, tú dale, hazlo- Como que el mensaje sería, tú decide, no tanto -no te cases, no tengas hijos, no quieras el sueño tradicional- es -ve, busca y decide-. Porque creo que ese sería el logro, que tú tengas la posibilidad de decidir, en todos los aspectos, que puedas desarrollar la capacidad crítica, el intelecto para tomar una decisión, pero también que existan las condiciones sociales para que tu decisión sí pueda ser tuya.

J: No sé si tú quieras decir algo para cerrar… una conclusión o porqué vale la pena

K: Vale la pena ir a ver Manual para construir alas, seas espectador o espectadora. Si eres espectador para que comprendas un poco más nuestra lucha, la verdad es que todos estos datos no son … la verdad, yo no me los sabía, y eso que no es como que no sepa sobre el tema, creo que realmente encontró nueva información, es muy valioso que Claudia haya hecho este trabajo de investigar cosas que no son tan comunes de leer en revistas o… al menos, yo, te digo, no lo había leído. Y en el caso de las mujeres, las jóvenes, las niñas, ir a encontrarse consigo mismas a través de esta puesta en escena.

J: Y, además, pues que la disfruten un chorro, creo que es una obra que te hace sentir.

K: Un gran acierto de la MET que sea, justamente, la que inaugure la Muestra Estatal de Teatro. No se la pierdan.

Lotería y dos entremeses: Feria Cervantina

Hay dos cosas que disfruto como nada en el mundo: hacer teatro y ver teatro. Y en Ciudad Juárez existen dos festivales que ya cuentan con una enorme tradición, uno de ellos es el Festival Internacional de Drama Español del Siglo de Oro y el otro es el Festival de Teatro de la Ciudad. Yo juro que desde que los descubrí, he hecho mi mayor esfuerzo por asistir a cada una de las obras que se presentan. Me encanta poder analizar cada momento, desde que se entra al auditorio para comprar un boleto, hasta las expectativas que se generan cuando se observa la escenografía por primera vez o la música que cada compañía selecciona para que suene entre llamadas. Sin embargo, este año fue la excepción, me quedé sin poder disfrutar de la mayoría de las obras seleccionadas (y debo decir que este año hubo una excelente elección, para muestra las ya analizadas en este espacio: Soy espejo, dirigida por Fabián Villalpando; y Quisiera ser, unipersonal de Ricardo Aguirre). Y aunque triste por mi suerte, también estaba muy segura de que, al menos, la obra con la que cerraría el festival no me iba a decepcionar. 

Fotografía de Edel Méndez

Hybris Teatro es uno de los grupos que más ha crecido en los últimos años (desde 2013 a la fecha). Ha participado activamente en el Festival de Teatro de la Ciudad, así como en la Muestra Estatal de Teatro, llevándose el reconocimiento y cariño del público. Y vaya, lo confirmaron durante la presentación de Feria Cervantina, la tarde-noche del domingo 31 de julio. Iniciaré, entonces, con mis impresiones sobre el montaje: mientras el público hacía la fila para acceder al recinto, ahí mismo en el lobby del Auditorio Benito Juárez, aparecieron comerciantes callejeros, anunciando y “vendiendo” globos, pepitas y aguas. Llamaba la atención su vestuario: cada ejecutante tenía un mandil alusivo a la lotería mexicana. Aquí debo hacer una pausa, disfruto que la agrupación se tome la libertad de comenzar el espectáculo incluso antes de las primeras llamadas, para ir creando ese ambiente propicio que necesitará a la hora de que comience, oficialmente, la función. Pues bien, ya ingresando a la sala, las y los comerciantes continuaron invitando al público a consumir sus productos, así como a participar del famoso juego mexicano: la lotería. Y por supuesto, las cartas que se mencionaban hacían alusión a los personajes de cada entremés.

Feria Cervantina, dirigida por Jéssica Hernández y Marco Martínez, (y con elenco de lujo: Christian Valenzuela, Estefanía Estrada, Mariana Ruacho, Marco Martínez y Jéssica Hernández) se compone de dos entremeses cervantinos: El vizcaíno fingido y El viejo celoso. El primero trata sobre cómo Solórzano y Quiñones buscan burlar a Cristina a través del empeño de una cadena; el segundo, de la desesperación de Doña Lorenza al tener un marido celoso y viejo. Por lo cual su vecina Hortigosa, cual celestina, burlará al marido de ésta para que pueda conocer a otro hombre. Cabe mencionar que los entremeses son piezas cortas que se ejecutaban entre obras de mayor duración. En entrevista con los directores de Hybris Teatro, me comentaban que incluso tenían pensado presentar tres entremeses pero que finalmente se quedaron solo con dos. 

Fotografía de Edel Méndez

Hubo un elemento que me pareció complejo de resolver: el lenguaje. Al inicio, cuando se presenta la lotería mexicana, el habla es totalmente coloquial. Sin embargo, al término de este primer momento y de dar pie al entremés, el lenguaje empleado es el propio del siglo de oro español. Esto al principio generó extrañamiento, ya que como se había presentado un lenguaje mexicano e informal, se pensó que así sería el resto de la obra. Honestamente, yo imaginaba que entonces nos presentarían una versión libre de las piezas de Miguel de Cervantes. ¿Podría tomarse como un choque entre la propuesta? No se puede negar la dificultad que conlleva montar teatro de hace cinco siglos y esa dificultad se hace presente en el oído de las y los espectadores, aunque el público termina por acostumbrarse y también termina por entender. 

Respecto al diseño del espacio, este se vio decorado por papel china y luces en la parte superior del escenario. Fuera de eso, la dirección propuso cuatro bancos de diferentes colores y tamaños que permitieran jugar con las situaciones. Como bien puede observarse en las fotografías, el diseño de vestuario también fue propio de los personajes característicos de lo mexicano, como el pachuco. Fue interesante espectar entremeses españoles con un vestuario tradicional mexicano. Otra función importante de la vestimenta se dio a través del cambio en los roles de género, si bien en el El vizcaíno fingido Jéssica Hernández interpretó a un personaje masculino; en El viejo celoso, los actores interpretan todos los personajes femeninos y las actrices a todos los personajes masculinos. Esta propuesta fue divertida y aunque claramente algunas actuaciones caían en el estereotipo, no afectaron la trama. Otro elemento de gran importancia fue la música, entre trova y bohemia, que acompañó durante todo el espectáculo. Según la directora y el director del montaje, “los entremeses se cantaron con arreglos originales, así como una canción original de Lalo Jasso”, gran acierto de la dirección. En la música, también acompañó la dulce voz de la actriz Mariana Ruacho.

Finalmente, vuelvo a confirmar lo mucho que disfruté Feria Cervantina. No es sencillo montar teatro áureo español, mucho menos respetando el texto original. De la premiación se llevaron el reconocimiento a “Mejor dirección”,  “Mejor actor” para Christian Valenzuela y el segundo lugar en la categoría profesional. Así que les celebro y espero que también puedan presentarse en el Festival Internacional de Drama Español del Siglo de Oro del próximo año. ¡Cómo no, con una obra cien por ciento juarense!

Otra de mis alegrías, producto de la última edición del festival, es ver el compromiso de la misma comunidad teatral. Como algunas personas sabrán, se otorgan premiaciones económicas al primer lugar en la categoría amateur y a los tres primeros lugares en la categoría profesional. Sin embargo, hubo cambios en la distribución de los incentivos económicos. Angélica Pérez (Bethlem Teatro e Independiente) comenta lo siguiente:

“Pero este año hicimos algo diferente… Al final del sorteo de participación, las compañías nos unimos, firmamos un acuerdo y unificamos el total de los premios para dividirlos a partes iguales entre los 8 montajes, sin distinción alguna, decidimos hacer una fiesta toda la semana pasada y celebrar la escena. Decidimos que la competencia tuviera otras reglas y logramos de este Festival de Teatro #40 un encuentro distinto. Apostamos por la comunidad teatral y por una nueva mirada”. ¿Qué opinan? Yo les celebro.

¿Para qué mirar al cielo?

Fotografía sacada de la página de Facebook del Instituto para la Cultura del Municipio de Juárez

No hay un récord Guiness para la pena infinita y aun así la impunidad gana el premio por mayor número de espectadores. Actualmente la violencia se sitúa en una posición recurrente quasi perenne en el estrato social, y por dolorosa que sea, nombrarla a través del arte es una obligación indispensable para que la justicia le gane cabida al olvido, de ahí que puestas en escena como el texto de López Romero sean imprescindibles en festivales como este.  

El día miércoles 4 de agosto, la compañía Bethlem teatro, con la dirección de Angélica Pérez, nos estremeció mediante una cuidadosa escenificación llena de imágenes poéticas, diálogos amargos y una aguda crítica social. La puesta, basada en el texto de Marco Antonio López Romero La ciudad donde más gente mira al cielo, nos muestra la dicotomía que día a día converge en esta ciudad. 

 La obra compara dolorosamente el privilegio de estar en “la ciudad donde más gente mira al cielo” y el detrimento de nacer en la “Ciudad más violenta del mundo” (2009-2011) , con una tasa de homicidios de 271 por cada 100 000 habitantes, y en el país con las seis ciudades más violentas del planeta. Este dato a veces ha querido ser olvidado, otras, escrito casi como apellido de los juarenses, por lo que se obligó al público a dividirse entre el premio Guiness de la minoría privilegiada y la mayoría que tiene (tenemos) en el repertorio de la memoria, plasmada la muerte o desaparición de un ser amado.  

En escena, fuimos acompañados por el sonido doloroso de una guitarra acústica, interpretada por Daniel Aguilar, y cautivados por un grueso camino de arena dibujado lado a lado, delimitado por algunos telescopios y una red en forma de mandala que cuelga del techo del escenario. A lo lejos, se escucha la voz de una familia que emocionada mira la bóveda estelar con fascinación. Por otro lado, más cerca, casi con nosotros, iluminados por una tenue luz amarilla, se encuentran dos hombres y una mujer, que ignoran a lo largo de toda la obra los telescopios y la posibilidad de mirar las estrellas, y que, cansados, se limpian el sudor de la frente y alejan la arena de los ojos mientras escarban el suelo, que los primeros indiferentes pisan, para buscar prendas y objetos que puedan darles un poco de la certeza que el cielo no puede entregarles.

Fotografía sacada de la página de Facebook del Instituto para la Cultura del Municipio de Juárez

En el siguiente cuadro, el reparto conformado por Osvaldo Esparza, Alan Escobedo e Ivonne Chávez, da vida a la voz de los personajes mediante un cautivador monólogo de hechos testimoniales para explicar el por qué, a diario, vuelven a buscar respuestas en los mismos lugares. Así, el escenario se tiñe de rojo y el son de la guitarra acompaña a su memoria, permitiendo, a través de sus acordes, seguir las emociones de cada uno de los intérpretes a los miembros de la audiencia. 

Finalmente, el recuento de las pertenencias perdidas: un sostén, trozos de ropa, la cartera vacía y retazos de tela, traen a la imaginación del espectador temibles hechos y la oportunidad de incurrir, quizás en silencio, a la plegaria que entre ellos solicitan, único momento en el que miran hacia arriba, no buscando a las estrellas sino, más bien, pidiendo respuestas. Esto, mientras uno de los personajes cuelga, uno a uno, nombres de algunos desaparecidos. ¿Se convierte el cielo en un resguardo para la memoria y la esperanza? Sin duda, en la realidad deseamos creer que la justicia no se hace esperar. 

Como dato adicional, es rescatable la cantidad de audiencia en la 39 entrega del Festival de Teatro de la Ciudad, donde, de 300 butacas, 270 fueron ocupadas y aún pudieron verse a lo largo de toda la puesta personas sentadas en los escalones o recargadas en la pared, con el único fin de estar más cerca del escenario. Ciertamente, el confinamiento nos hace ansiar momentos de esparcimiento. Tal vez, después de esto y a raíz de las novedosas propuestas tanto virtuales como presenciales (con “sana distancia” o desde el auto) habrá una nueva oportunidad para el teatro.

No existe dolor más grande que el de la incertidumbre: Marco A. López Romero

Hay espectáculos teatrales que nos sorprenden, otros nos interpelan. Calan hondo en nuestros imaginarios, los reconfiguran. A partir de estas experiencias cada persona entabla un diálogo nuevo con su entorno. La ciudad donde más gente mira al cielo a través de una frase dicha por uno de los personajes: “No existe dolor más grande que el de la incertidumbre” nos coloca en los zapatos de quienes extienden los brazos al desierto, rogando que le retorne al ser querido que ha desaparecido. Caben todos los dolores del mundo en esa frase: Ayotzinapa y Ciudad Juárez. 

El Rally escénico que promovió el Grupo Nora de Ciudad Juárez del 24 al 26 de julio del 2020 cerró con la puesta en escena de La ciudad donde más gente mira al cielo de Marco A. López Romero, con la dirección de Angélica Pérez. Ambos jóvenes juarenses, pero ya experimentados creadores en su ámbito. Marco López ha destacado en el periodismo por sus reportajes y crónicas que atienden problemáticas sociales de personas vulneradas por las diversas violencias sociales, institucionales y de género que en Ciudad Juárez se mantienen a la orden día, incluso en la pandemia por el COVID-19. En el 2017, fue ganador del certamen Voces al Sol, en el género de la crónica: A la orilla del río, este desierto, certamen convocado por la UACJ. Obra por la que obtuvo el Premio Chihuahua en el rubro del periodismo en el 2019.

Conozco la literatura de Marco A. López, así como su estilo testimonial, en donde la ética por la verdad de los hechos, el respeto a la dignidad de las personas que suele entrevistar prevalece sobre el interés de posicionarse en una esfera cultural; es la primera vez que veo un trabajo suyo de carácter teatral. No me sorprende por ello que su propuesta temática se mantenga en el testimonio y de denuncia social.

Los habitantes de Ciudad Juárez solemos decir que los atardeceres de este desierto son inigualables, por lo que nuestra mirada se dirige al firmamento con frecuencia. Pero, en ocasiones, quienes voltean el cielo, no lo hacen en su legítimo derecho al esparcimiento. No, al levantar la vista hacia la inmensidad celeste, imploran que el dolor concluya. La ciudad donde más gente mira al cielo centra su temática en la desaparición de personas y los feminicidios, ambos tópicos ya de larga presencia en la región. Asuntos por los que se conoce a Ciudad Juárez como el lugar más violento del mundo. Ustedes podrán interpelarme, decir que estos asuntos no son novedosos y ya hay una muy amplia cantidad de textos que atienden estas problemáticas. Pareciera que después de 2666 de Bolaños, ya no hay nada que decir.

La puesta en escena de La ciudad donde más gente mira al cielo recurre a varias estrategias discursivas, como texto (destaco que no tuve acceso al mismo, y mis comentarios se basan en la puesta en escena), para redimensionar el acercamiento a estos dos grandes paradigmas de los pendientes de justicia social en nuestro país, y si me permiten, en el mundo. Uno de ellos es el empleo de un lenguaje poético que abre el espectro de posibles interpretaciones por parte de sus espectadores, considerando al receptor como una colectividad pensante, crítica y con capacidad de solidaridad. Así, no va a propuestas simples, sino apela a imaginarios socioculturales que favorecen la asociación de ideas, de problemáticas y de reconfiguración del sentido de comunidad. Adentrase a ello no es simple, requiere de un autor atento a la cultura local, cercano a sus problemáticas y comprometido con la búsqueda de soluciones. No por ello el texto se queda en lo local, pues lo aquí abordado puede suceder en cualquier parte del orbe.

Por otro lado, en la parte estructural, el autor superpone dos acontecimientos en el desierto de Ciudad Juárez. Alude, en principio, al 24 de octubre del 2015. Día en que se convocó a la población a la clase de astronomía con el propósito de difundir esta ciencia y a la vez tratar de romper el record Guinnes en una actividad de esta índole, consiguiendo este objetivo al reunir a 1168 personas en las Dunas de Samalayuca. El segundo entramado narrativo refiere a la experiencia de los buscadores; asistimos al mito de Sísifo, buscar los restos de personas desaparecidas en la región constituye una acción cotidiana y reiterada por parte de las familias que asumen el trabajo que le correspondería al Estado.  De ahí que, en una segunda aparte, la más amplia de la obra, las y los buscadores sean los personajes protagónicos. Como receptores asistimos al entrecruce metafórico de dos realidades paralelas en una misma localidad: los que buscan estrellas en cielo y los que las otean entre la arena del desierto.

Más allá de lo que al autor le interesaba plasmar o no en su texto, aquí juega un papel central para la recepción de este teatro en línea, la coautoría de Angélica Pérez (actriz, directora teatral y promotora cultural), a quien recién vi codirigir la obra Mexicanas (2019, 2020) a través de la Compañía de Teatro Telón de Arena, en donde ella representaba de manera más que acertada a Rosario Castellanos. Estos antecedentes profesionales de la directora, dieron como resultado un espectáculo teatral sorprendente, impactante y de largo aliento en el alma de quienes asistimos a él.

El dispositivo escénico configura el engranaje a través del cual nos guiña el ojo la dirección de una obra; focaliza ciertos acontecimientos o situaciones, mediante la iluminación, el maquillaje, vestuario, escenografía, efectos especiales (música), entre otros aspectos. Angélica Pérez, al igual que el resto de los equipos participantes del Rally, tuvo cinco días para conocer el texto, para armar el espectáculo y dirigir a los actores, Por supuesto que la trayectoria actoral de los interpretes fue determinante: Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo, son parte del sólido capital humano que el teatro local juarense atesora. Para acercarlos un poco a la propuesta escénica, prefiero insertar aquí la paráfrasis de las palabras de la directora, a quien le pregunté cómo fue su lectura del texto de Marco A. López y la co-creación en la puesta en escena:

xYo no quise hablar con el autor. No lo conocía. Indagué acerca de su trayectoria y supe que era alguien comprometido con la problémática social e interesado en asentar las aristas de la realidad. Decidí que los cambios al texto serían en función del dispositivo escénico, pero no en detrimento del texto. Hay cosas que no se pueden cambiar porque esta es una obra testimonial. Cuando leí el guión, de inmediato imaginé círculos, tanto en la tierra y como en el cielo. Y ese fue el punto de arranque y de cierre de mi propuesta escénica. En el texto, el inicio lo narra un personaje femenino, pero en la escena, decidí que los diálogos los dijera el hijo de la pareja, para lograr resolver una cuestión técnica (número de actores, cada uno debía representar a dos personajes), a la vez que conseguir más cercanía con el público. Dado el poco tiempo que tuvimos para preparar la representación y que el actor necesita más tiempo para manejar las emociones, les dije a los tres participantes, que si algo he observado en quienes se enfrentan a la desaparición o asesinato de un ser querido, es que hablan desde la experiencia vivida y nos comparten con franqueza su viacrucis, su resistencia, su lucha y sus logros, considerando que el mejor sería el hallar con vida a quien buscan. Así que les pedí que procurarán integrar en su actuación ese discurso impactante.

¿Cómo lograr que el teatro no desaparezca en tiempos de pandemia?, me preguntaba yo estos días. El rally me dio una de las varias posibles respuestas: tenemos que hacer que el teatro suceda, si tiene que ser a través de las redes sociales, que así sea. Si es un teatro de denuncia, entonces que Facebook Live sea la tapia en donde dejamos la consigna; intervengamos los espacios, ahora los virtuales. Quien dirige se encuentra al problema de cómo rescatar la anécdota, de tal forma que la podamos contar. Yo elegí mostrar el cómo los personajes disfrutan el contacto con la arena; la naturaleza y los seres dialogan en ese instante, para luego resignificar esa conversación, cuando las dunas les ocultan los restos de sus seres queridos.

Dado el formato en línea, decidí ofrecer una poética visual: la imagen de los pies sumiéndose en la aarena junto a los telescopios, me permitió refereir el suceso de la clase de astronomía que obtuvo el Record Guinnes, y de nunciar la falta de empatía de la ciudadanía hacia la dolorosa experiencia de las/los buscadores de personas desaparecidas. Una vez resuelto esto, el trabajo de iluminación completó las historias. Los objetos jugaron un papel crucial: una mandala de cerca de tres metros tejida en estos cinco días emuló el cielo, el zopilote ocre elaborado con mecate y alambre, también resignifican los sentidos de la obra.

Este equipo contó con el apoyo de Foro Café (Proyecto cumtural impulsado por Sandra Castañeda) para la representación, allí construyeron una caja negra para la puesta en escena.

Por último, les comento:el mirar al cielo es un tanto irónico en esta obra. Uno de los personajes no quiere hacerlo por temor a ver zopilotes que lo obligan a continuar la búsqueda de su ser querido. Quiere que llegue el día en que un zopilote solo sea un ave en el cielo y no un símbolo de muerte.

Angélica Pérez

Comparto con ustedes que la mándala circular no solo emula al cielo, sino que cobija, da consuelo y esperanza a quienes deambulan por ese desierto real y metafórico que se impone a las familias cualquier día, cuando su hija o hijo se torna una pesquiza más. La familia que asiste a la clase de astronomía, jugando dicen: “apurate que te vas a perder”. Se evidencia que no tienen conciencia del riesgo al que se enfrentan.

Reseñar esta obra se torna complejo, dada la riqueza semiótica que nos ofrece. No quiero dejar pasar cómo los nombres de mujeres y jóvenes desaparecidas y asesinadas en la frontera son colocados en cartones que penderán de esa mandala tejida por las amorosas manos de una mujer, madre de uno de los actores; allí la memoria no olvida y exije justicia: Dana, Rubi, Isabel, Esmeralda, María Elena, Estrella representan a todas aquellas que la violencia de género y feminicida nos ha arrebatado.

Agrego que es una obra que debiera ponerse en todos los escenarios posibles: presenciales y virtuales. Se aprecia el gran trabajo actoral de Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo; la excelente dirección poética de Agélica Pérez, sus atinadas decisiones en la iluminación, la escenografía, el uso poetico de los objetos, los efectos especiales. No deja de ser menos importante la habilidad para el manejo de la cámara de celular, que logró una gran nitidez y favoreció el pacto de ficción entre los espectadores y la pantalla.

Otro aspecto a destacar del rally escénico, fue la capacidad de convocatoria, tanto de Grupo Nora para que participaran seis equipos de trabajo y nos ofrecieran el mismo número de obras estos tres días, como para que un público amplio asistiera de forma regular a las funciones. Evidente fue que las/os confinadas/os demandamos eventos culturales, queremos asistir a este tipo de encuentros con el arte, lo comunitario, la solidaridad, la exigencia de justicia y el derecho a la cultura. Fueron tres días contiguos  de reunión a través del ZOOM. Por tanto, opino y defiendo, que el teatro virtual nos ofrecerá espectáculos de gran calidad en los próximos meses, apoyemos estas propuestas y entre todas/os hagamos teatro. Buen comienzo de una segunda década, Grupo Nora.  

La ciudad donde más gente mira al cielo de Marco A. López Romero, con la dirección de Angélica Pérez y actuaciones de Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo. Rally escénico de Nora Lab. Estreno virtual a través de ZOOM, Ciudad Juárez, 26 de julio de 2020. Actividad organizada por el Grupo Nora, como parte de los festejos por sus diez años de presencia escénica en Ciudad Juárez.

Rally escénico de Grupo Nora: Comecarne y La ciudad donde más gente mira al cielo

El domingo 26 de julio terminó el rally de Grupo Nora después de brindarle al público seis obras de corta duración. Las felicitaciones no se hicieron esperar y durante el último conversatorio fue general la petición de repetir el rally el próximo año, incluso que se tome como referente para que teatristas de otras localidades puedan realizarlo.

Captura de pantalla de Comecarne

Comecarne

Dramaturgia: Grecia Márquez

Dirección: Paola S. Cruz

Actuaciones: Ivonne Chávez, Laura Galindo, David Vázquez y Alex Iván

La penúltima función del rally sorprendió por su atinada dirección ya que presentó una obra bien diseñada para el formato virtual, utilizando los recursos cinematográficos y televisivos para mostrarnos un programa de cocina. Comecarne comienza con una introducción (antes de la tercera llamada) que muestra, bajo una luz roja, dos bocas relamiéndose seductoramente mientras observan trozos de carne. Desde esta premisa, el espectador es guiado por una serie de textos que aparecen ante la pantalla, dando la bienvenida a todo aquel que desee adentrarse en aquel paraíso terrenal “donde todo es posible y ningún recurso se agota” siempre y cuando se tenga el dinero para pagarlo. De esta forma, el asesinato de La Vaca es presentado por El Conejo, interpretado espléndidamente por David Vázquez. El roedor siempre intentará agradar a los personajes femeninos quienes, bajo un vestuario de chefs, presentan ingredientes para preparar al bóvido que se encuentra amarrado, de fondo, sorprendido de su suerte: “No tuve elección en mi destino”.

Con un gran uso de la iluminación, decoración, vestuario y maquillaje la obra del equipo 5 se luce como una de las que mayor impacto visual ha suscitado. Sin embargo, también fue víctima de las fallas del audio, las cuales afectaron, por un momento, la comprensión del espectáculo. Comecarne cuestiona el consumo desaforado de aquellos que también respiran, más por poder que por necesidad, así como la soberanía de aquellos que se asumen como fuertes frente a los sin voz, ya sean animales o personas.

Captura de pantalla de Comecarne

La ciudad donde más gente mira al cielo

Dramaturgia: Marco Antonio López Romero

Dirección: Angélica Pérez

Actuaciones: Estefanía Estrada, Osvaldo Esparza y Alan Escobedo

En el 2011, Ciudad Juárez rompió el record Guinness del mayor número de telescopios apuntando hacia el cielo. López Romero toma este dato y lo opone a las cifras de desapariciones forzadas en nuestra ciudad, donde quienes buscan a sus familiares miran el suelo, en vez del cielo, buscando rastros. La acertada dirección de Angélica Pérez presenta, como primera escena, los pies de una familia llegando a las dunas de Samalayuca, lugar turístico cercano a la frontera. Foro café, espacio utilizado para la función, se llenó de arena y empleó, en la parte superior, una red que sería utilizada para colgar, simbólicamente, los huesos, pertenencias y nombres de las personas desaparecidas.

Captura de pantalla de La ciudad donde más gente mira al cielo

El drama se descompone en varios recuadros que reúnen el dolor y la apatía. Es así como después de la escena familiar se presenta un monólogo interpretado extraordinariamente por Alan Escobedo, donde su personaje cuenta el momento de la desaparición de su hermano y cómo ha sido el pasar de los años sin ninguna respuesta o avance de parte de las autoridades. Otro de los recuadros reúne a un grupo de buscadores de rastros humanos. La tensión permanece y exhibe la agonía de no encontrar nada o de solo recibir un hueso: “Como a mí que me dieron un huesito del pie de mi niña, así es, un huesito chiquito, así nada más para dar carpetazo y ya”. El grupo, finalmente, realiza plegarias al cielo, las palabras duelen. La obra culmina con fotos y objetos enterrados en la arena, mientras un buitre se eleva. La ciudad donde más gente mira al cielo destaca por tener un texto conmovedor, una buena dirección e increíbles actuaciones tanto de Osvaldo Esparza como de Alan Escobedo y Estefanía Estrada. La música fue otro de los elementos que más sobresale de esta puesta en escena; al sonar de la guitarra, las emociones se fortalecieron.

Por último, quisiera mencionar que me llama la atención el uso de ciertos nombres e imágenes que, pese a ser víctimas de la violencia que azota a nuestra ciudad, las circunstancias de su feminicidio y búsqueda fueron distintas a las planteadas en la obra, lo que me hace dudar en la pertinencia de su inclusión. Podría leerse como si se hubieran insertado únicamente por significar memorias dolorosas que inevitablemente conmoverían a la audiencia. No dudo de la calidad moral del autor, ni de las buenas intenciones planteadas en el montaje, puesto que estas violencias nos duelen a todas y todos de forma diferente, sin embargo, sigue existiendo una falla tanto en la coherencia como en su estructura. Desafortunadamente, hay muchos otros nombres que vale la pena nombrar.

Captura de pantalla de La ciudad donde más gente mira al cielo

La paleta de Mondrian

Fotografía del IPACULT

La pasividad de una víctima ante el acoso sistemático de sus pares o la ignorancia de sus tutores puede tornarse activa a la menor provocación o bajo el influjo de cualquier estímulo. La revisión de mochilas por parte de policías como requisito para entrar al aula comunica un riesgo inminente, uno que late junto a cuadernos, escuadras y estuches de colores. La desatención invisibiliza a quienes no son trendy ni alcanzan la centena de likes por post, a los genios con problemas de lenguaje, a quienes consumen e irradian versos, los que dudan de la ciencia cierta, a todos los freaks que hacen de un rincón del patio una sigilosa trinchera.

Los introvertidos, puesta en escena escrita y dirigida por Angélica Anahí Pérez, inauguró las actividades de la emisión número 37 del Festival de Teatro de la Ciudad, en la categoría amateur. El montaje, estrenado en septiembre del año pasado, escenifica el contexto que antecede a una tragedia, por lo que el mensaje –una fuerte y urgente llamada de atención– se dirige a la prevención. El joven elenco de Bethlem Teatro, estudiantes del CBETIS 114, da vida a cinco estudiantes de nivel medio superior, etapa de la que salimos vivos convertidos en adultos. Todo ocurre en la escuela –la tuya, la mía, a la que asistirán mis hijas–, sitio de aprendizaje, punto de encuentro y convivencia, lugar para afianzar amistades, pero también (según la perspectiva o un giro de la fortuna) muro de los lamentos, paredón de fusilamiento, nido de rencor… parapeto para la sedición.

Programa de mano del 37 Festival de Teatro de la Ciudad

Las dimensiones del escenario del Auditorio Benito Juárez retan a las compañías independientes, acostumbradas a foros más pequeños, a la cercanía de todos los cuerpos involucrados, a resonancias más próximas. En Los introvertidos, la disposición de los paneles verticales y su prolongación (en ele) hacia el piso delimita el fondo, las salidas y el cuadro para que ocurran las acciones. Además de la escenografía construida bajo una simple, pero funcional geometría, las sillas y las mochilas también se conjugan para que la presencia de las actrices (Ximena Guerrero, Luisa Toral, Mereny Ruvalcaba y Vianey Arellano) y el actor (Javier Corral) se llene de vitalidad y carisma en el tablado. El vestuario escolar también juega en favor de una propuesta visual que resalta los colores primarios (con los que se han leído emociones y temores) para sugerir el resultado de sus combinaciones.

Si el pintor vanguardista Piet Mondrian redujo la paleta cromática (“retícula cósmica”) para explorar las complejidades estructurales del enfoque arriba/abajo y la forma horizontal/vertical, cada uno de los introvertidos, identificados con colores primarios, ahonda sobre sí para llegar a sus adentros y desde ahí reconocerse en los otros. Mondrian, reflexiona la simpática del grupo, “creía que era posible lograr un conocimiento de la naturaleza más profundo que el proporcionado por los medios empíricos. Cada una de sus obras estaban basadas en ese supuesto conocimiento esencial. Una frase suya lo resume todo: «Cuando encontremos lo real absoluto el arte ya no será más necesario»”.

Me detengo, ya para concluir, en un par de cuestiones; una que choca al oído y otra que enturbia el sentido de la escena final. Si bien la repetición de información por medio de los diálogos cumple con alguna función al inicio de la obra (las cantaletas de los profesores o el reforzamiento del conflicto), poco a poco la duplicación de parlamentos sobrecarga una única vía de comunicación: la lingüística, quitando protagonismo a los otros recursos de expresividad: gestos, miradas, desplazamiento y el sonido acompasado que producen con sus cuerpos. Por último, la pirotecnia en escena conlleva sus riesgos y, en consecuencia, cierta cautela (me refiero al plan b) por si algo se sale de control. Ya sabemos lo que le sucede a quien con fuego juega. Supongo que las cuatro bengalas (velas volcán) tenían que haberse prendido, al igual que las bombas de humo de colores. Así, entonces, el manejo de luces y el oscuro total en la sala, con el sonido de las ambulancias de fondo, hubieran lucido, dejando en claro el destino de los introvertidos. ¿Les falló la bomba, solo quedaron encerrados en el laboratorio, o también mueren?

La propuesta de Bethlem Teatro nutre tanto la escena juarense como el teatro juvenil. Si, por un lado, hay que aplaudir el trabajo de formación y dirección de Angélica Anahí Pérez; por otro, espero seguir atento el desarrollo actoral del elenco. La manufactura de Los introvertidos se gesta desde un centro escolar; saben bien de lo que hablan. El tema nos urge a no desatender a nuestros jóvenes, tan llenos siempre de color.

Carlos Urani Montiel